Contexto histórico del espacio histórico
La contienda bélica que asoló España entre 1936 y 1939, bautizada por algunos historiadores como “la guerra de los mil días”, tuvo en Asturias, en cuanto a operaciones militares se refiere, una duración menor: 15 meses, entre julio de 1936 y octubre de1937, en los que prácticamente no hubo día sin combates de intensidad. El control de Oviedo por parte de los sublevados durante todo el periodo de hostilidades determinó las acciones militares llevadas a cabo en Asturias: la ciudad permaneció cercada durante 3 meses y luego precariamente comunicada con Galicia a través de un estrecho “pasillo”, hasta que se produjo la victoria franquista en todo el Norte.
Ese pasillo, o corredor, partía de Oviedo por el Oeste hacia San Claudio y seguía en dirección a El Escamplero para enlazar con la villa de Grado por el desfiladero de Peñaflor, cruzando el río Nalón. Veinte kilómetros defendidos con posiciones como la Loma del Pando, la sierra del Naranco y Villaverde, los montes de La Trecha, Otero, Guilero, Ania, La Parra, el monte Los Pinos y en esta sierra el pico del Arca, el Cimero, La Manga y Cotaniello (hostilizadas también en la propia sierra por las del Pedroso, Carballinos y La Escrita).
El río se convirtió, en su tramo bajo, desde Peñaflor hasta su desembocadura en la ría de San Estaban, en primera línea de frente y la zona sur de la sierra en intersección de los dos frentes, el del Nalón, con un bando a cada lado del cauce y el frente del pasillo, que en Peñaflor cruzaba el río, convirtiéndose por tanto la sierra en enclave de suma importancia, pues su dominio significaba para unos el mantenimiento del corredor Oviedo-Grado y para otros, la oportunidad de cortarlo y aislar Oviedo.
Tras la fallida ofensiva republicana que tuvo lugar en octubre del 36 y desembocó en el establecimiento de estos dos frentes, el mando gubernamental preparó una nueva operación que inició el 27 de noviembre. En la sierra, la toma del pico Cimero fue un efímero éxito, pues la posición fue recuperada por los sublevados. La batalla del Monte los Pinos (Grado), al otro lado del río, donde varios batallones con el apoyo de nuevos blindados rusos, avanzaron llegando al centro de Grado, dejó clara la vulnerabilidad del pasillo aunque sin lograr estrangularlo.
En febrero del 37 el ejército republicano lanzó el que pretendía ser ataque definitivo sobre Oviedo. Quince brigadas con el apoyo de casi cien piezas de artillería, decenas de blindados, apoyo aéreo y dos trenes blindados, atacaron la capital de Asturias y también el pasillo de Grado. Pero el único éxito para los atacantes fue tomar la Loma del Pando, fracasando nuevamente el intento de cortar las comunicaciones en las inmediaciones de Peñaflor. El Ejército Popular del Norte quedaría debilitado material y moralmente desde ese momento. La Asturias republicana pasó entonces a la defensiva bajo el lema “Fortificar es vencer”.
Aún intentarían tomar el pasillo en agosto, partiendo desde las posiciones de la sierra. Fue la última ofensiva republicana en el frente Norte. Tuvo lugar el 1 de agosto del 37 con el objetivo de tomar las posiciones del Cimero, La Manga, Cotaniello y Arca, defendidas por el 3º Batallón del regimiento Mérida 35 y una amalgama de compañías de diversa procedencia (Infantería de Marina, Tercio de Requeté Gallego, R.I. Zaragoza, R.I.Zamora, y una secc. De la 10º Compañía de Zapadores).
Dos divisiones de infantería llevaron el peso de la operación, la División de Choque Asturiana y la Div. de Reserva del III Cuerpo de Ejército de Asturias, con la División Montañesa en reserva y apoyo de artillería, aviación y vehículos blindados.
La victoria se antojaba segura por la manifiesta superioridad de hombres y armas, pero la operación fracasó. La artillería republicanaque debía castigar las posiciones enemigas antes del amanecer para facilitar el asalto de la infantería, pero esta retrasó su actuación, y no pudieron aprovechar la oscuridad para aproximarse sin ser vistos. Además, errores de cálculo llevaron a que el fuego de las baterías republicanas hiciera blanco en sus propias fuerzas. La aviación gubernamental sufrió también sufriço varios percances: dos aparatos chocaron en Gijón al colocarse en formación y otros cuatro resultaron alcanzados por los antiaéreos enemigos, dos de ellos derribados en el campo. No tuvieron mejor suerte los blindados, recibidos en Cuero con fuego de un cañón antitanque. La ofensiva dejó en una sola jornada de lucha más de 600 muertos en el campo debatalla y una ingente cantidad de heridos.
Tras este fracaso, las fuerzas del Ejército del Norte no emprendieron más acciones ofensivas. La campaña ordenada por Franco en la cornisa cantábrica les obligó a mantenerse en permanente defensiva hasta la caída del frente Norte, en octubre de 1937.